• 5 de diciembre de 2025 16:22

En el techo del mundo respiran nuestros últimos glaciares

Para la grabación del documental Rumbo al glaciar, un equipo de CGTN Español que integro acompañó la expedición de un grupo de glaciólogos de la Academia de Ciencias de China a lo largo de los 14 kilómetros que separan la estación de investigación Tanggula —la más alta del mundo— del frente del glaciar Dongkemadi, ubicado a casi 5.400 metros sobre el nivel del mar.

Autora: Li Yuhang
Edición: Gabriel Salgado
Fotografía: Fan Molin, Fanli

Para la grabación del documental Rumbo al glaciar, un equipo de CGTN Español que integro acompañó la expedición de un grupo de glaciólogos de la Academia de Ciencias de China a lo largo de los 14 kilómetros que separan la estación de investigación Tanggula —la más alta del mundo— del frente del glaciar Dongkemadi, ubicado a casi 5.400 metros sobre el nivel del mar. Aunque la distancia no es significativa cuando se la compara con la inmensidad de la meseta Qinghai-Xizang, el trayecto requiere de casi una hora de esfuerzo en medio de un paisaje hostil y completamente deshabitado. Y no es casualidad: a más de 5.000 metros de altitud, el ser humano dispone de apenas la mitad del oxígeno de las llanuras, y cada respiración demanda de un esfuerzo consciente —y, cuando no, de una botella de oxígeno suplementario—.

Entre las cumbres más altas del altiplano tibetano, en agosto el verano se muere. El viento sopla con fuerza el despertar del invierno, y deja tras de sí una sucesión de cumbres nevadas que deslumbran la vista. El todoterreno que nos transporta acusa los últimos golpes de un trayecto largo. El equipo partió desde Lanzhou, en la provincia de Gansu, y tuvo que recorrer más de 1.200 kilómetros hacia la vecina provincia de Qinghai. Pasamos por Golmud y Wudaoliang —conocida como la “tierra prohibida para la vida”—, y cruzamos el río Tuotuo antes de llegar por fin a la estación base de investigación y de monitoreo.

Expertos en glaciología y climatología realizanron observaciones sistemáticas en Dongkemadi desde el año 1989, por lo que es considerado uno de los laboratorios naturales más importantes para el estudio del cambio climático en el altiplano tibetano. La estación Tanggula que nos sirvió de refugio, gracias a su ubicación privilegiada y a décadas de estudios ininterrumpidos, ofrece una perspectiva única para entender cómo responden los glaciares a un planeta en constante calentamiento. Las investigaciones muestran que los glaciares de montaña están retrocediendo a escala global. En China, cerca de 6.000 glaciares pequeños han desaparecido en los últimos cincuenta años, y la mayoría presenta un marcado proceso de reducción y retroceso.

El Dongkemadi, ubicado en la cordillera Tanggula y fuente de uno de los afluentes del río Yangtsé, no es la excepción. Durante más de tres décadas, el aumento de las temperaturas y la humidificación del altiplano tibetano ha provocado la retirada progresiva del glaciar hasta dividirse en dos: el Dongkemadi Grande y el Dongkemadi Pequeño. Shangguan Donghui, científico líder de la expedición, recuerda que, cuando visitó por primera vez el glaciar Dongkemadi en el invierno de 2007, las secciones pequeña y grande del glaciar aún permanecían conectadas, por lo que estos estudios le han permitido observar, en el transcurso de su carrera, la gravedad del impacto del calentamiento global en estas masas de hielo.

Una de las misiones fundamentales de la estación Tanggula es precisamente llevar a cabo observaciones de largo plazo y un registro continuo de los cambios en el balance de la masa de este glaciar con el objetivo de predecir e intentar mitigar la desaparición de este importante reservorio de agua dulce.

La expedición que acompañamos forma parte de la Segunda Campaña Científica Integral a la Meseta de Qinghai-Xizang y del programa dedicado a estudiar la dinámica de la “torre de agua de Asia”. Basada en dispositivos aéreos no tripulados, la misión emplea una nueva generación de equipos desarrollados en China para cartografiar de forma precisa diversos parámetros de la criosfera y comprender la distribución espacial de sus fronteras.

He Xiaobo, director de la estación Tanggula, confiesa que estas masas de hielo se han convertido para él en una “obsesión permanente”, algo que lleva en la mente incluso cuando no está en la montaña. Para él, la estación es su segundo hogar. Y cada año desde hace 20 años, se enfrenta de nuevo al mal de altura para acercarse un poco más a su objetivo, que dice que es, y siempre fue, convertir a este lugar en una referencia científica a nivel mundial, capaz de situar a China en la vanguardia de la investigación glaciológica. Y con más de veinte años invertidos en ella, numerosos estudios de campo conducidos y decenas de artículos publicados, no está lejos de cumplirlo. Según explica, en los últimos años el frente glaciar ha retrocedido entre 200 y 300 metros en algunas zonas, y la superficie y el espesor del hielo también se han ido reduciendo.

A pesar de las duras condiciones en la estación de investigación, los miembros del equipo pasan más de 200 días al año trabajando en el lugar, lo que les ha permitido acumular una de las bases de datos más completas del país y del mundo. Los resultados de este monitoreo serán incluidos en el Informe Azul sobre el Clima de China, evidencia clave para los estudios nacionales e internacionales sobre el cambio climático.

El año 2025 ha sido designado por las Naciones Unidas como el Año Internacional de los Glaciares, una iniciativa que subraya la importancia de comprender la relación entre los cambios en los glaciares y la actividad humana. En este contexto, el altiplano tibetano —una región clave de la criosfera global— adquiere una relevancia aún mayor. Tanto por su impacto en los ecosistemas de altura como por las consecuencias que tendría para millones de personas en el continente asiático que dependen de estos recursos hídricos, su estudio y la prevención de su retroceso se han convertido en prioridades globales.

Al llegar al frente del Dongkemadi Grande, los científicos calibran meticulosamente sus equipos de medición: una aernoave no triuplada equipada con un georradar de prospección no invasiva, listo para medir el grosor del hielo, y un escáner láser para cartografiar con alta precisión la topografía de la superficie del glaciar. El investigador Xu Qiangqiang nos confiesa que escalar el glaciar siempre es agotador, y en cada oportunidad le genera sensaciones encontradas de asombro y rechazo a la vez. Precisamente porque es tan difícil, insiste en que deben aprovechar cada oportunidad y realizar sus mediciones con precisión para dotar a los estudios de bases científicas firmes.

Cuando el dron levanta vuelo, se despierta también la emoción de todos: un instante que condensa lo que es apenas un éxito efímero en el marco de un desafío de escala planetaria, y la esperanza de los científicos de la expedición —y del equipo de reporteros del que tuve el honor de formar parte— de contribuir a la construcción de una comunidad de futuro compartido para la humanidad que legue a las próximas generaciones un planeta habitable y seguro para la vida y el desarrollo.

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